Reseña «Zen en el arte del tiro con arco»

Hoy hablaremos de un libro peculiar y, en ocasiones, complejo: «Zen en el arte del tiro con arco», por Eugen Herrigel. Eugen fue un filósofo alemán, amante de la filosofía oriental que, a través de su obra, intentó aproximar el concepto de «zen» al mundo Occidental.

Te seré sincero: es uno de los libros más enrevesados y confusos que he leído. Extraer una interpretación clara de él es complejo, por lo que he decidido aplicar lo aprendido a una disciplina conocida por todos: la meditación. Vamos a ello.

Zen en el arte del tiro con arco, un breve resumen

Como decía, Eugen fue un filósofo alemán, que impartió clases en la Universidad Imperial de Tohoku en Sendai, Japón, de 1924 a 1929. Durante ese tiempo, y movido por su interés hacia el mundo oriental y el zen, decidió, junto a su mujer, practicar los caminos de este noble arte.

Para ello, escogió el tiro con arco, como arte y vehículo para entender el zen y sus misterios. Desde el punto de vista occidental, entender esta filosofía era un verdadero reto, por lo que, para desaprender lo ya aprendido, era necesario entregarse a una de estas nobles artes (danza, tiro al arco, arreglos florales, etc). Pero, ¿por qué tiro con arco?

El Zen y lo «inútil»

Para entender el por qué de utilizar el tiro con arco como vía para conocer el Zen, podemos fijarnos en las palabras de Eugen:

«Uno de los factores esenciales en la práctica del tiro de arco y de las otras artes que se cultivan en el Japón (y probablemente también en otros países del lejano Oriente), es el hecho de que no entrañan ninguna utilidad. Tampoco están destinadas a brindar goce estético, sino que significan ejercitación de la conciencia que ha de relacionarse con la realidad última. Así pues, el tiro de arco no se realiza tan solo para acertar el blanco; la espada no se blande para derrotar al adversario; el danzarín no baila únicamente con el fin de ejecutar movimientos rítmicos. Ante todo, se trata de armonizar lo consciente con lo inconsciente.»

Para comprenderlo mejor, podemos utilizar el ejemplo de la meditación. Al igual que el tiro con arco (desde el punto de vista oriental), meditar no es el medio para un fin, sino el fin en sí mismo. Es decir, no meditamos para alcanzar algo, sino por el simple hecho de tomar conciencia y calmar la mente.

Al superar la necesidad de practicar por un fin, entramos en lo que Eugen describe como un «arte sin artificio, emanado de lo inconsciente. Ese algo tan distinto, que pertenece a una muy otra categoría, se llama satori.» Satori significa «hallarse allende los límites del yo», siendo el estado alcanzado tras años de práctica en una de las nobles artes orientales.

Zen, el tiro con arco y Dragon Ball

Según Baso Matsu (fallecido en el 788), el Zen es «la conciencia cotidiana». Esa «conciencia cotidiana» no es otra cosa que «dormir cuando se tiene sueño; comer cuando se tiene hambre».

Como dice Baso Matsu: «Ya no comemos cuando comemos; ya no dormimos cuando dormimos. Se disparó la flecha, pero no vuela en línea recta hacia el blanco, y éste no está donde debería hallarse.  El hombre es un ser pensante, pero sus grandes obras las realiza cuando no calcula ni piensa. Debemos reconquistar el «candor infantil» a través dé largos años de ejercitación en el arte de olvidarnos de nosotros mismos.»

Por tanto, el «arte» del tiro de arco pasa de ser un reto puramente físico a «una maestría cuyo origen ha de buscarse en ejercicios espirituales y que tiene por finalidad acertar en lo espiritual. En el fondo, el tirador apunta a sí mismo y tal vez logre acertar en sí mismo. […] De modo, pues, que sólo en ese enfrentamiento del arquero consigo mismo se revela la esencia oculta de ese arte.»

Eugen lo explica a las mil maravillas en el siguiente párrafo: «Por eso, el tiro de arco de ninguna manera puede significar un intento de lograr algo exteriormente, con arco y flecha, sino interiormente, con el propio yo. Arco y flecha son, por decirlo así, nada más que pretexto de algo que podría darse también sin ellos; el camino hacia una meta, no la meta misma; ayudas para dar el salto final y decisivo.«

De esta forma, el tiro con arco se convierte en una búsqueda interior, tal y como ocurre con la meditación. Así lo ejemplifica el maestro arquero que instruyó a Eugen y su mujer:

«Esta es la consecuencia del arte del tiro de arco: un enfrentamiento del arquero consigo mismo que penetra hasta las últimas profundidades. Probablemente no se habrán dado cuenta, pero lo sentirán sin duda cuando se reencuentren en su país con sus amigos y relaciones; ya no habrá la misma armonía de antes. Ustedes ven muchas cosas de manera distinta y miden con otras medidas.«

Y, en un campo más friki, es el estado de dominio de uno mismo, en el que cuerpo y mente están sincronizados, tal y como podemos ver en el manga Dragon Ball. Goku, el protagonista, es capaz de llevar un paso más allá sus poderes gracias a la total liberación de su ego, actuando por instinto (o, en este caso, por «Ultra Instinto»):


Las lecciones del maestro

A lo largo de la obra, Eugen plasma el camino que le llevó a dominar el arte del tiro con arco, atribuyendo la mayor parte de su éxito a las indicaciones de su maestro. De entre todos sus consejos, uno se repite con insistencia, dada su importancia:

«Éste es precisamente su error: usted se esfuerza, usted piensa en ello. ¡Concéntrese sólo en la respiración, como si no tuviese que hacer otra cosa!»

Podemos apreciar el paralelismo con la meditación, en la cual la respiración y su contemplación son clave. Esta idea se repite a lo largo de la obra, afianzando el paralelismo de ambas artes.

La meditación y el Zen

Aunque aplicada al tiro con arco, el maestro ilustra la verdad de la meditación de forma brillante: «Desprendiéndose de si mismo, dejándose atrás tan decididamente a sí mismo y a todo lo suyo, que de usted no quede otra cosa que el estado de tensión, sin intención alguna.»

Tal y como explica Eugen, este camino del desprendimiento de uno mismo fue dividido por el maestro en distintos tramos, los cuales debían practicarse con esmero. Los ejercicios de cargar la flecha o tensar el arco son equivalentes a los primeros pasos de la meditación, donde se nos enseña a tomar conciencia del cuerpo y la respiración.

Y, por si quedaba alguna duda de la relación entre el arte del tiro con arco y la meditación, Eugen zanja la polémica, a través de la siguiente idea:

«Con el tiempo, uno se insensibiliza hasta para estímulos bastantes fuertes, y al mismo tiempo se independiza de ellos con mayor facilidad y rapidez. Sólo se debe vigilar atentamente a que el cuerpo, de pie, sentado o acostado, se halle lo más relajado posible, y luego concentrarse en la respiración. Pronto uno se sentirá aislado como por envolturas impermeables.»

Pero, va más allá, ejemplificando el escenario en el que, tras alcanzar un estado de profundo meditación, rozamos las puertas del sueño:

«Así se entra poco a poco en un estado similar a la aletargada relajación que precede al sueño. Deslizarse definitivamente en él es el peligro que debemos evitar. Lo conseguimos mediante un peculiar salto de la concentración, comparable tal vez al impulso que se da un trasnochado que sabe que su vida depende de la vigilia de todos sus sentidos; y si se ha conseguido dar ese salto, aunque sea una sola vez, se lo podrá repetir siempre con toda seguridad.«

El maestro, una vez avanzado el entrenamiento, debía interceder para que el ego del aprendiz no se desbocara. Eugen nos ofrece varias pistas de este comportamiento, en palabras de su propio maestro:

«Los impactos en aquel blanco no son más que pruebas y confirmaciones exteriores de su no-intención. Ya sabe que no debe enojarse por los tiros fallados. Pero tampoco debe regocijarse con los logrados. Tiene que desprenderse de ese fluctuar entre placer y desplacer.»

Finalmente, Eugen describe de forma muy acertada el poder de la presencia del mentor, como una figura a la que acudir en momentos de turbación:

«En aquella época el maestro me prestaba aún otra ayuda que también llamaba transferencia inmediata del espíritu. Cuando mis flechas erraban continuamente, él disparaba algunos tiros con mi arco. La mejoría era asombrosa; era como si el arco se dejara estirar de otra manera, como si fuese más dócil, más comprensivo.»


Conclusión

Resumir y extraer un significado de esta obra no es sencillo y, en última instancia, tampoco era mi intención. Simplemente, he querido apuntar los paralelismos que he encontrado con una práctica más cercana a nuestros días, la meditación.

«Zen en el arte del tiro con arco» es uno de esos libros atemporales, los cuales, gracias a su significado ambiguo, pueden dar pie a diversas interpretaciones. Si el tema te interesa, te aconsejo leer la obra completa, para que puedas extraer la tuya:

Antes de acabar, decir que existe una obra, un tratado de Takuan (gran maestro del Zen), llamado La Aprehensión Inmutable, donde se expone la relación entre el Zen y el arte de la espada. No lo he leído, pero, si te gusta esta obra, puede que el tratado te interese.

Sin más que decir, me despido. Déjame en los comentarios qué te ha parecido la obra y, recordarte que he sacado un libro, «Como mi caniche se convirtió en San Bernardo». Puedes echarle un ojo si te apetece. 😉

Un abrazo,

-Javier

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